Como suele
ocurrir después de unas elecciones, mucha gente se queja de la ley electoral,
que un partido con menos votos cosecha casi los mismos escaños que otro partido
que queda por delante en votos, y casi siempre suelen echar la culpa al mismo
de siempre: D’Hondt, que es el nombre que recibe nuestra fórmula electoral.
En
términos politológicos, la diferencia entre el porcentaje de escaños y el
porcentaje de votos se denomina “proporcionalidad electoral”. Como se puede
observar en el gráfico 1, los 3 partidos que han quedado en cabeza han sido los
más beneficiados por la sobrerrepresentación parlamentaria, mientras que, por
el otro lado, el resto de partidos han quedado infrarrepresentados, siendo el
PP el más perjudicado (véase también tabla 1).
¿Por qué
se produce este fenómeno? La causa principal es la falta de equilibrio en el
peso del voto de cada circunscripción; en otras palabras, hay circunscripciones
que ‘pesan’ más que otras. Esto ocurre cuando una circunscripción reparte más
escaños de lo que le correspondería por población. Cataluña se divide en cuatro
circunscripciones electorales, cada una de ellas se corresponde con las
provincias: Barcelona (85 escaños), Tarragona (18), Gerona (17) y Lérida (15). En
el desglose se produce el mismo fenómeno que en unas elecciones generales en
España, de manera que en las zonas menos pobladas se requieren menos votos para
lograr un escaño: 38.496 en Barcelona, 24.511 en Tarragona, 23.963 en Gerona y
16.008 en Lérida. Esto es lo que se conoce como “sesgo rural”.
¿Cómo es
la proporcionalidad electoral en cada una de las circunscripciones catalanas
con los resultados electorales del 21-D? La tabla 2 responde a dicha cuestión.
Se puede
observar cómo, según descendemos hacia las circunscripciones que menos escaños
reparten, mayor es la sobrerrepresentación general de las tres listas
electorales que han quedado en cabeza: C’s, JxCat y ERC. Y cómo, por el
contrario, los partidos que menos votos han cosechado, son penalizados en mayor
medida en dichas circunscripciones, siendo Barcelona la única en la que hay un
cierto equilibrio entre el porcentaje de votos y el porcentaje de escaños,
debido a que es la circunscripción que más escaños reparte. Estamos, pues, ante
otro sesgo, conocido como el “sesgo mayoritario”, por el cual en las
circunscripciones que menos escaños se reparten solo son los partidos más
votados aquellos que consiguen escaño (parecido al funcionamiento de un sistema
mayoritario).
Mucha
gente suele equivocar el sesgo y echa la culpa de la diferencia de
proporcionalidad entre partidos a la fórmula electoral D’Hondt. Pero la
verdadera diferencia se encuentra en el tipo de circunscripción utilizado y no
tanto en la fórmula de reparto de escaños. Como muestra la evidencia, cuanto
más grande es la circunscripción (en el caso de Cataluña una circunscripción
autonómica, única, donde un voto valiera lo mismo en cualquier parte del
territorio) más se corrige la proporcionalidad, perdiendo escaños los partidos
sobrerrepresentados en favor de los partidos infrarrepresentados actuales.
Si en
Cataluña se utilizara una circunscripción autonómica (única), los resultados
electorales, utilizando igualmente la fórmula D’Hondt, hubieran sido los
siguientes:
En la
tabla 3 se observa que bajo una circunscripción única, que abarcaría toda
Cataluña, se eliminarían los sesgos rural y mayoritario explicados antes, y se
llegaría prácticamente a la proporcionalidad absoluta. Sin cambiar de fórmula
electoral. Y es que la culpa no es de D’Hondt -si bien es cierto que hay otras
fórmulas más proporcionales-, sino del diseño de las circunscripciones
electorales, que premia a los partidos que tienen mayor porcentaje de voto en
la zona rural (en este caso los partidos independentistas) y penaliza a quienes
concentran más su voto en la zona urbana, que reparte más escaños, como la
circunscripción de Barcelona.
Ahora
bien, para pasar de la teoría y las simulaciones electorales a un cambio real,
hay que saber lo complicado que sería poner de acuerdo a todos los partidos en
una ley electoral que contentara a todos. Prácticamente misión imposible.
* Publicado en La Razón
* Publicado en La Razón
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