sábado, 17 de junio de 2017

Más empresarios, menos políticos

La función empresarial, desde un punto de vista liberal, es la acción de una persona o un conjunto de personas voluntariamente coordinadas, para modificar el presente (y por tanto el futuro) y conseguir unos objetivos. Según el profesor Huerta de Soto, el sentido de empresa como acción está necesaria e inexorablemente unido a una actitud emprendedora, que consiste en intentar continuamente buscar, descubrir, crear o darse cuenta de nuevos fines y medios.
La función empresarial se expone en su máximo esplendor en un mercado libre, sin conexiones políticas e independencia de la política y la economía. En dicho mercado libre las normas están establecidas de antemano: vida, libertad y propiedad del prójimoSin estas tres condiciones no hay mercado y función empresarial en un ámbito de libre comercio. Y es en el propio mercado libre donde florece en mayor medida la innovación y el emprendimiento.
Los descubrimientos e inventos que han tenido lugar a lo largo de la historia han sido consecuencia de la acción humana: investigación y desarrollo para mejorar las condiciones de vida. Por ejemplo, en la revolución industrial, la mecanización del trabajo telar, la expansión fabril, etc. hizo que se liberara fuerza de trabajo humana y que buena parte de ésta pasara al cuidado de la familia, al ocio, etc.
Hay dos mitos sobre la función empresarial y el mercado muy presentes hoy en día. El primero de ellos nos dice que el mercado es anti social. El segundo tiene que ver con el egoísmo del empresario. Pues bien, el mercado no es anti social: gracias al libre mercado y su globalización, el número de pobres no ha dejado de caer en los últimos siglos, más aún en las últimas décadas y cualquier persona puede alcanzar cotas de riqueza que en sociedades preindustriales solo estaban reservadas a los herederos de los monarcas y a sus más cercanas compañías. Por otro lado, un empresario es egoísta, sí, porque quiere progresar, pero no es una noción de egoísmo a las que estamos acostumbrados y de la que habla el mito, pues no se cierran en ellos mismos. Una empresa crece más cuanto mejor sirva a los demás, es decir, a los clientes y consumidores (derrumbando aquí también el mito anti social). Ese egoísmo e interés en sí mismo es que el que hace servir mejor a los demás (“no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”, Adam Smith).
Por otro lado, el mundo de la política tiene como objetivo ganar votos y ganar elecciones, aspirar a gobernar. Es por ello que las normas cambian en función de los intereses partidistas. En la política no hay garantizado ni vida, ni libertad ni mucho menos propiedad. En la política, al contrario que en una empresa en un mercado libre, existen incentivos perversos para progresar gracias al poder de quien legisla. Es por ello que la corrupción campa a sus anchas en un sistema político donde el poder de políticos y burócratas se expande.
¿Cuáles son las sociedades que más prosperan? Las que tienen en primer plano la función empresarial, el respeto por las reglas del juego, la libertad económica y el capitalismo. Aquellas sociedades, por el contrario, que aspiran a la expansión de la política, del Estado, dirigir desde la economía desde la planificación central, son aquellas sociedades que fracasan. Es por ello que necesitamos más empresarios y menos políticos. Necesitamos acabar con los mitos de la empresa y el capitalismo y desmontar la benevolente visión que algunos tienen de la política.

* Publicado en La Razón

jueves, 15 de junio de 2017

El euro del Banco Popular

No saber de algo no es grave, tiene solución y se puede poner remedio. Pero alardear de ser ignorante en algún tema sí es peligroso, porque además de reflejar la propia ignorancia, haces gala de una prepotencia y soberbia propia de quienes se creen saber de todo sin tener idea.

Hace unos días se producía la adquisición del Banco Popular por parte del Banco Santander por la cifra simbólica de 1€. En seguida todos los ignorantes (que en España sobran) empezaron a quejarse por dicha cifra, desde Alberto Garzón hasta Monedero, pasando por tuiteros y columnas de periodistas conocidos en el mundo de la izquierda. Todos ahondaban el mismo error: Banco Santander había gastado un euro. Y más propaganda digna de los anticapitalistas que hacen del discurso su piedra angular para intentar cambiar la realidad.

La realidad, obviamente, es bien diferente. Banco Santander no ha gastado un euro en comprar Banco Popular. Quien sepa algo, lo básico, de Contabilidad, sabrá lo que estoy diciendo.

Activo y pasivo

La ecuación de balance de toda empresa tiene dos componentes, activo y pasivo (éste se divide en dos: pasivo exigible y patrimonio neto). El activo representa la estructura económica y el pasivo representa la estructura financiera.

La adquisición del Banco Popular lleva consigo los activos y pasivos de dicha entidad. Según la valoración del BCE, el Popular vale entre -2.000 y -8.000 millones, y el Banco Santander plantea provisionar cerca de 8.000 millones. Es aquí donde se comete el fallo de creer que el Banco Popular ha costado un euro, pasando por alto la ampliación de capital para hacer frente al problemático balance del Popular.

De hecho, si el Banco Popular ha “costado” 1€ es precisamente por sus problemas y todas las deudas que tiene detrás, además de activos improductivos. Si fuera un banco saneado, como en su momento lo fue, su precio de venta hubiera sido mucho más alto. Hay que recordar que el Banco Popular llegó a valer casi 20.000 millones de euros hace una década.

Precio de compra y precio de adquisición

Otro fallo que cometen los que dicen que el Banco Popular le ha costado 1€ al Banco Santander es no diferenciar entre precio de compra y precio de adquisición. Un euro es el precio de compra (Banco Popular pasa a manos del Santander por dicha cantidad).

Bien diferente es el precio de adquisición (sumando al precio de compra los gastos adicionales relacionados con dicha compra). Por ejemplo, comprar un coche por 25.000€ es el precio de compra. El precio de adquisición será la suma de 25.000€ más los gastos en el impuesto de matriculación (IEDMT), impuesto de circulación (IVTM), gasolina, seguro, etc.

En el caso del Banco Popular ocurre lo mismo. El precio de compra ha sido 1€, pero el precio de adquisición serán todos aquellos gastos que haga el Banco Santander para sanear el balance que ahora está en su posesión. Repito que el valor del Popular, según el BCE, se encuentra entre -2.000 y -8.000 millones de euros. Cantidades de las que tendrá que responder en adelante el Banco Santander. Por tanto, el precio de adquisición no será solo 1€.

Por tanto, aquellos que mienten (seguramente en su intención de seguir con el discurso del capitalismo y neoliberalismo “criminales) quedan en ridículo diciendo que el Banco Popular ha costado 1€. Es por ello que hay que contar la verdad y dejar en evidencia a aquellos que hacen de la propaganda, la mentira y la manipulación su modo de vida política. No conocen otra cosa y seguirán por este camino. Debemos estar en frente, contar la verdad y hacerles ver que hay gente que no cae en sus trampas. 

martes, 13 de junio de 2017

¿La emergencia social era esto?

La candidatura de Ahora Madrid que se presentó hace dos años a las elecciones municipales en la capital española abanderó durante la campaña electoral la necesidad de un gobierno municipal que cambiara el trayecto del ayuntamiento madrileño, durante muchas legislaturas en manos de la ‘casta’ del PP, hacia una política de rescate de la gente y acabar con la pobreza y desigualdad alarmante, decían, que padecían multitud de madrileños.
Dos años después vemos que Ahora Madrid no ha mejorado en nada al PP: caos con la contaminación y la prohibición de algunos coches de circular por la M-30; tasa de paro mayor que la Comunidad de Madrid; incumplimiento de promesas electorales como la no bajada de sueldo de la alcaldesa Manuela Carmena y su equipo de gobierno; polémicas como que las madres limpien los colegios; o los altercados públicos de algunos concejales, como Celia Mayer, Guillermo Zapata, Rita Maestre o Mauricio Valiente.
Todo parece indicar que la emergencia social no era para tanto (algunos avisábamos de que solo era una técnica electoral) y el ayuntamiento de Madrid se dedica a hacer tonterías. Prueba de ello, los semáforos con figuras homosexuales y transexuales, y la normativa sobre “manspreading”, consistente en evitar que los hombres vayan con las piernas abiertas en el transporte público, ya que lo ven como un símbolo de represión hacia la mujer y una falta de comportamiento cívico. Una tontería más.
Medidas como estas son las que demuestran que Ahora Madrid, más que gobernar y hacer más fácil la vida de la gente, reduciendo la intervención municipal, se propone ser protagonista con cualquier cosa, que se hable de ellos. Han demostrado que no había emergencia social con la pobreza y desigualdad de la que tanto hablaban hace dos años, pues no gobiernan para ello, sino para el espectáculo y el circo.
No es de extrañar la encuesta de Nc Report que publicaba LA RAZÓN hace unos días, según la cual solo el 26% de los madrileños dice que la ciudad está mejor desde que gobierna Manuela Carmena, por más del 60% que dice que está igual o peor en este periodo de tiempo. Quedan otros dos años de legislatura por delante y todo parece indicar que la seriedad y la sensatez seguirán brillando por su ausencia. Viendo que la emergencia social era cambiar semáforos y evitar el “despatarre” masculino, todo invita a pensar en ello.

* Publicado en La Razón

viernes, 2 de junio de 2017

Marchas de la Dignidad: por las cadenas del Estado

Un año más la manifestación conocida como “Marchas de la Dignidad” han acudido a la capital española para protestar contra el Gobierno de Mariano Rajoy, los recortes, los bajos salarios, la pérdida de derechos de los trabajadores; en definitiva, protestar por lo que llaman el sistema neoliberal.
¿Qué tiene de digno anular la esencia del individuo y dejarse controlar aún más por las cadenas del Estado? Movimientos sociales de este tipo, encabezados por el 15M, han desvirtuado la función del Estado, haciéndonos creer que somos como niños pequeños, que no nos valemos por nosotros mismos y el propio Estado, como si fuera nuestro padre, tiene la obligación de dar todo lo que se le pida. No es de extrañar, pues, el lema de estas Marchas de la Dignidad: “Pan, Techo, Trabajo e Igualdad”. Es decir, debe ser el Estado quien provea todos los ámbitos para alcanzar lo que ellos llaman un modelo digno de vida.
Es por ello que no dudan en manipular el lenguaje, la realidad y mentir para sacar adelante sus objetivos. Uno de los temas presentes en estos movimientos sociales es la recuperación de la política democrática (abandonada, dicen, en el poder económico neoliberal). La realidad es bien diferente: ha sido el Estado quien ha crecido ocupando posiciones de la sociedad y el mercado y ha usurpado derechos y libertades de los ciudadanos, superando incluso lo moralmente admisible (nunca antes hubo un nivel de gasto público, impuestos, regulaciones, leyes, etc. tan alto); y sí, parece que el poder económico abarca prácticamente todo, pero es en connivencia con el poder político, por lo que no se puede relacionar con el liberalismo (lo llaman neoliberalismo de forma peyorativa), puesto que éste promulga todo lo contrario: la separación de la política y la economía y la limitación de los ámbitos de actuación del Estado.
Las Marchas de la Dignidad son un claro ejemplo del síndrome de Estocolmo hacia el Estado del Bienestar, y es que pese a que éste no cumple sus objetivos, muchos lo defienden aunque les haga mal. Y al igual que ocurre en el citado síndrome, los defensores del Estado del Bienestar también muestran miedo e ira hacia aquellos que quieran liberarles de la carga del ‘secuestro’, es decir, las políticas liberales, de empoderamiento individual y cooperación humana.
Quienes defienden estas ideas no han aprendido del pasado, ni del presente. Algunos con banderas comunistas, otros con banderas de Venezuela e incluso algunos con banderas de Corea del Norte. Sin lugar a dudas, la dignidad que defienden estas personas va por el camino de las cadenas del Estado y la anulación como individuos (no decidir nada sobre sus vidas por ellos mismos y hacer todo colectivo, ordenado desde arriba) y utilizar los medios coactivos del Estado para sus objetivos, bajo una manta de intervención total que acaba siempre de la misma forma: con menos pan, menos techo, menos trabajo y más igualdad, pero en la miseria. Cuando todo eso ocurre, se le echa la culpa a factores externos, a políticas que no se han aplicado (de nuevo el neoliberalismo), pero nunca hacen autocrítica ni reconocen la realidad.

* Publicado en La Razón