jueves, 28 de julio de 2016

Venezuela es un infierno (y no por el neoliberalismo)

Una de las características del populismo es la hegemonía cultural, necesitando del cambio de significado de las palabras para crear un discurso afín a la causa populista. Esto es lo que ocurrió, entre otras cosas, cuando se configuró el Foro de Sao Paulo en los años 90. La idea era clara: el «neoliberalismo» era el mal mundial y la causa de todos los males existentes (como expresó hace poco George Monbiot en un artículo en The Guardian).
La hegemonía se iba haciendo palpable, por tanto, haciendo ver qué es el «neoliberalismo», palabra con la que se refieren en todos los regímenes populistas latinoamericanos, sencillamente, a todo aquello que tenga que ver con reformas pro-mercado, liberalizadoras y que vaya en contra del socialismo del siglo XXI, como explica Axel Kaiser. Y haciendo ver, a su vez, que ese «neoliberalismo» es la causa de todos los males, por supuesto, también en Latinoamérica.
Venezuela cayó en las garras del chavismo hace casi 20 años. En este tiempo se ha ido destruyendo poco a poco el país, inoculando el veneno populista, que ha dañado la economía y la política, hasta el punto de parecer un país del Tercer Mundo. Con la excusa de ser “democrático” (referido a que fue escogido mediante las urnas; la única característica de la democracia que quieren entender), el régimen chavista ha ido anulando libertades, tanto económicas como políticas y civiles.
Venezuela es uno de los países con menos libertad económica del mundo, precisamente por la persecución a todo aquello que huela a mercado y liberalismo económico; imponiendo siempre la voluntad del gobernante, adorador del Estado, manejado a su antojo.
A eso le sumamos una moneda pésima, con una inflación galopante, que empobrece a los venezolanos mes a mes y la multitud de desabastecimientos en supermercados de todo el país (también de medicamentos en las farmacias y hospitales), consecuencia directa de la fijación de precios y el intervencionismo económico. Por ello, una familia necesita 21 salarios mínimos para poder comprar productos básicos, sumados a la espera de horas de cola para conseguirlos. El “paraíso” socialista. Venezuela es el ejemplo más claro de que la simple posesión de recursos naturales no hace rico a un país.
Políticamente Venezuela se ha convertido en un país autoritario con tintes totalitarios, llegando a matar en la calle a estudiantes por el mero hecho de protestar contra el régimen. Sumado a las múltiples encarcelaciones de opositores, sin cometer delito alguno (¿alguien se cree a una justicia que es un tentáculo más del régimen, donde no hay separación de poderes?), convierten a Venezuela en un horror dictatorial. Por otro lado, recuerden que es el país más violento del mundo, liderando el ránking de homicidios.
La ex presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, dijo hace unos años que su marido Néstor Kirchner y Hugo Chávez eran “los fuegos de América Latina contra la desigualdad”. Tenía razón en que eran fuego, arrasando Venezuela y Argentina, países ricos en recursos naturales, pero destrozados por años de socialismo. Ese fuego es el infierno que es hoy Venezuela, pero no por culpa del «neoliberalismo», como decía Hugo Chávez y el Foro de Sao Paulo, sino por culpa del socialismo del siglo XXI, que es el mismo socialismo de siempre: muerte y destrucción.

(*) Publicado en La Razón

sábado, 23 de julio de 2016

El PSOE y la abstención

El escenario político ha cambiado de unas elecciones a otras. Después de las elecciones del 20-D, todos los partidos políticos (salvo el PP, lógicamente) se pusieron de acuerdo en una conclusión: España no quería otro Gobierno de Mariano Rajoy. Después de negociaciones, bloqueos y una investidura fallida de Pedro Sánchez, tocó votar de nuevo el 26-J, y viendo los resultados se ha quedado vacío el discurso de que España no quiere a Rajoy. Todo lo contrario.
Los españoles quieren a Rajoy como Presidente más que a cualquier otro candidato, dado que ha sido el único que ha conseguido mejorar el resultado, tanto en votos como en escaños, pese a que prácticamente todas las encuestas le daban un resultado peor que el de diciembre y le mostraban la puerta de salida, en un escenario horrible para el Partido Popular. Pero nada de eso ha ocurrido.
Por su parte, Pedro Sánchez, que sigue empeñado por el momento en el ‘no’ a Rajoy y al PP, consiguió revalidar el peor resultado de la historia electoral del PSOE, consiguiendo tan solo 85 escaños (5 menos que el 20-D). En una hipotética investidura de Sánchez, la vía de C’s ha perdido fuerza respecto a la anterior legislatura. La vía de Podemos sería entregar España al radicalismo político, propio de épocas pasadas, y necesitar el apoyo de partidos independentistas, prohibición expresa de casi todos los barones socialistas. Hay que mirar al futuro y no dejar que el populismo (tanto el socialista de Podemos como el nacionalista de ERC y Convergència) inocule, aún más, su veneno en las instituciones.
Es por ello que el PSOE debe abstenerse en la investidura de Rajoy, facilitar un Gobierno del PP, el partido que ha ganado las elecciones, respetar lo que se ha votado (ya no vale comparar con los resultados de 2011, sino comparar entre diciembre y junio) y encabezar la oposición a dicho Gobierno. No hay que caer en la trampa de Pablo Iglesias. Si el PSOE se abstiene no indica que Podemos sea el primer partido de la oposición. El PSOE tiene una oportunidad de vender como un éxito el fracaso de Unidos Podemos, con el fallido «sorpasso» (resaltar lo poco positivo del 26-J para el Partido Socialista) y encabezar, como digo, una oposición firme y sin fisuras, dentro de lo posible.
De lo contrario estaríamos abocados, con mucha seguridad, a unas terceras elecciones, que podrían suponer un peor resultado de los socialistas, dando de nuevo la oportunidad a Podemos de ese “adelantamiento por la izquierda”. A su vez, el electorado socialista es el menos interesado por la política, lo que podría suponer una abstención mayor, unida al hastío electoral general.
Por tanto, desde el PSOE deben ser conscientes de lo que hay encima de la mesa. Un PP vencedor y un PSOE que ha logrado mantener la segunda posición; que hagan otra lectura y quieran unas terceras elecciones entra dentro de lo posible. En ellos está la decisión.

(*) Publicado en La Razón

martes, 19 de julio de 2016

Podemos y el Frente Nacional, no tan diferentes

A principios de julio se celebró una conferencia de Pablo Iglesias, dentro de los cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid, en la que han ido participando los principales dirigentes de Podemos. En su conferencia, el Secretario General de Podemos vino a decir algo así como que “gracias a Podemos no tenemos en España un Frente Nacional”, en referencia al partido político dirigido por Marine Le Pen en Francia.

Pero, ¿son tan diferentes Podemos y el Frente Nacional?

Ambos partidos son populistas. En el caso del partido de Le Pen es un populismo que va contra la inmigración, pero también contra el «establishment», tanto a nivel francés como europeo. Mientras, en Podemos solo hacen afán de un populismo en contra de las élites, de esa minoría «establishment», que va en contra de la mayoría social. Como he dicho en muchas ocasiones, siempre que he hablado de populismo, algo que muchos confunden continuamente con «demagogia» o «electoralismo», es la necesidad de la división de la sociedad para que dicho populismo tenga éxito. La división, entre«Pueblo» y «no Pueblo» responde a la necesidad de antagonismo que han propuesto los principales teóricos del populismo al que se atañe Podemos (al igual que los movimientos populistas latinoamericanos), como son Laclau y Mouffe. En el caso del Frente Nacional, la división también queda clara, y más a raíz de la inmigración masiva y de la oleada de atentados producidos en Francia a lo largo de los últimos meses.

Por otro lado, para que esa división se produzca, hay que encontrar al enemigo, algo a lo que se refiere (la siempre grande) Hannah Arendt en su libro Los orígenes del totalitarismo como el «enemigo objetivo», el “portador de tendencias” como si fuera el portador de una enfermedad.

Otro parecido lo encontramos en las medidas económicas y sociales que proponen ambos partidos. Abogan por la salida de la UE y el euro, por mucho que desde Podemos ahora lo maquillen por intereses electorales; era una medida del programa electoral de las elecciones europeas de 2014, cuando mostraban su verdadera cara, y no el invento de «socialdemócratas», cuentos para no dormir que no se cree nadie. Y es la aspiración de parte de Unidos Podemos.

Ambos partidos quieren hacer del Estado una máquina más grande. No han tenido suficiente con la expansión de estos años. Coinciden en que el «el neoliberalismo» es la causa de la actual situación. Coinciden en que hay que blindar los «derechos sociales», como educación y sanidad.

El FN aboga por recuperar la soberanía «nacional» mientras que Podemos quiere recuperar la soberanía «popular»; al fin y al cabo quieren su política monetaria, su propia política de fronteras (en el caso francés mucho más cerrada), y que el destino de sus países no quede en manos de la oligarquía de la UE (algo en lo que tienen razón, no así en la solución).

Tanto el Frente Nacional como Podemos han protagonizado su proceso de auge (aunque el Frente Nacional no sea de nueva creación, ha tenido periodos intermitentes de relevancia política, llegando en 2002, cuando Jean-Marie Le Pen consiguió 5.5 millones de votos en las elecciones presidenciales, y en 2012-2015, a su cima política), como ocurre con todos los populismos y movimientos autoritarios, en una crisis económica, política e institucional que ha asolado a prácticamente toda Europa. La crisis que se expresó a partir de 2007, bajo una forma financiera, y cuyos efectos han desestabilizado la confianza en la capacidad de las democracias occidentales de resolver los problemas causados por dicha crisis. A la crisis económica, padecida más en España, se le suma la crisis migratoria y de la radicalización islámica, padecida más en Francia.

Desde hace dos años, fecha en la que se constituyó la nueva legislatura, ambos partidos vienen protagonizando votaciones conjuntas en el Parlamento Europeo, algunas junto al UKIP, principal baluarte del ‘Brexit’, y otras junto al Movimiento 5 Estrellas, de Beppe Grillo. Las más famosas, aquellas contra la UE y el euro.

La trampa de Pablo Iglesias para decir que son diferentes al Frente Nacional es la escala ideológica izquierda-derecha (y el discurso de la inmigración, también). La trampa de siempre, cuando extrema izquierda y extrema derecha son prácticamente lo mismo, pero no les gusta que les relacionen. Es lo que hay. En una escala Estado-individuo, tanto Podemos como Frente Nacional están en Estado, son más favorables a políticas estatistas, en contra del individuo y de la sociedad civil en su conjunto. Ambos partidos son anti-liberales, y siempre que pueden, dirigentes y militantes se enorgullecen de tal condición.

Desde estas líneas le digo a Pablo Iglesias que en España no hay un Frente Nacional porque ya está Podemos, no gracias a él. Podemos no es muy diferente al partido galo. En economía son muy parecidos. La ‘eurofobia’ está inoculada en ambas formaciones. Se diferencian en el aspecto migratorio y en el énfasis de ‘nación’, que es mucho más pronunciado en el caso del Frente Nacional (Francia para los franceses, que diría Jean-Marie Le Pen).

Lo que queda claro, al menos para mí, es que tanto el Frente Nacional como Podemos son partidos autoritarios, que no salvaguardarían las democracias en sus respectivos países, ni mucho menos la libertad. Son un peligro para ambas, como lo fueron en su día el Partido Fascista italiano, el Partido Nazi alemán o el Partido Comunista soviético, por poner tres ejemplos concretos.

No es lógico que algunos vean con buenos ojos a una formación y vea como un peligro a la otra, cuando en esencia son muy parecidas. Es el caso de Chantal Mouffe, teórica política que tiene mucho que ver en la creación de Podemos. Mouffe afirma a lo largo de su obra que hay un populismo malo, de derechas, xenófobo, que excluye a los inmigrantes (el caso del Frente Nacional); y un populismo bueno, progresista, que defiende “la igualdad y la justicia social” (lo que sería para ella el caso de Podemos). En tanto que el populismo se construye cavando diferencias entre el «Pueblo» y el «no Pueblo», siempre fue y será excluyente. Los excluidos (el «enemigo objetivo») pueden ser los inmigrantes, las élites políticas y económicas, los judíos, los que no son de mi clase social o todo aquel que considere el líder populista, pero el populismo necesita excluir a una parte de la sociedad para hacerse fuerte.

En definitiva, Podemos y el Frente Nacional no son tan diferentes. En España no hay un FN porque ya está Podemos jugando el rol de partido populista que entra en el tablero parlamentario y gubernamental, no solo a nivel nacional, sino también autonómico y municipal.

Y porque en España no hay un problema de inmigración y radicalismo islámico (creciente en los últimos años) tan característico como en Francia. En ello tienen que ver también las causas de la creación de cada partido. El FN nace como respuesta a la inmigración constante en Francia en los años 60-70 (que aviva la crisis económica, según el discurso frentenacionalista), mientras que Podemos nace del 15-M y una respuesta de hastío y protesta contra las élites políticas y económicas, la supuesta desigualdad y pobreza, como causa de las «políticas neoliberales» que han ido sumiendo a España en una crisis continua.

Yo detesto a los liberticidas. Y tanto Podemos como el Frente Nacional lo son. En el fondo, y como he expuesto, no son tan diferentes. Pablo Iglesias debería enterarse de que en España no hay un Frente Nacional porque ya está Podemos. Radicales y autoritarios unos como otros. Están más cerca ideológicamente de lo que creen, aunque lo nieguen. A mí (como a muchos otros) no me engañan.

jueves, 14 de julio de 2016

Unidos Podemos y la mayoría social

En las pasadas elecciones generales, celebradas el 26 de junio, la candidatura que integraba a Podemos y sus confluencias (En Comú Podem, Compromís, En Marea y la puntual colaboración de MÉS en las Islas Baleares) junto a IU, logró vencer solamente en 5 circunscripciones: Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Barcelona y Tarragona.
El discurso de Podemos, un poco más suave que en 2014 cuando se fundó el partido, participando en las elecciones europeas de ese mismo año con un programa electoral radical, la verdadera esencia del partido, como han demostrado Pablo Iglesias y compañía una y otra vez en conferencias y programas de televisión, cuando no tenían que hacer el paripé político de la contención para ganar votos.
Un discurso y puesta en escena, el de ahora, de corazones, sonrisas y continuas referencias a la Patria. Por otro lado, como bien han aprendido del populismo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, el antagonismo y la división son cruciales y para ello se sirven del discurso entre «mayoría social» y una «minoría» que ha aprovechado las instituciones para beneficio personal, lo cual va en contra de los intereses de dicha «mayoría»; la clásica división populista de «Pueblo» y «no Pueblo».
Pero las elecciones de junio han demostrado que Podemos no es, ni mucho menos, esa mayoría social que tanto reclaman. Como he dicho antes, Unidos Podemos solo ha ganado en 5 provincias. En número de votos se ve mucho mejor la «no mayoría social». El PP obtuvo casi 8 millones de votos, el PSOE cerca de 5.5 millones, mientras Unidos Podemos logró superar por poco los 5 millones de votos.

El discurso de Patria, Pueblo, corazones y sonrisas le ha sido fallido a Unidos Podemos. Ha perdido más de 1 millón de votos respecto al 20-D; por otro lado, no ha sido capaz de lograr el tan repetido «sorpasso» al PSOE. España, de momento, no quiere populismo, no confía en políticas radicales que han destruido otros países y esa es una de las buenas noticias que debemos sacar de las elecciones.
El proceso de identificación populista que trabajaron Laclau y Mouffe no se ha logrado en estos meses. La coalición Unidos Podemos no ha logrado ser un canal de identificación. No ha habido identificación con el «Pueblo». El electorado se ha visto más reflejado en el discurso del Partido Popular: la recuperación económica, la experiencia al frente de un Gobierno, etc.
Por tanto, Unidos Podemos no representa a ninguna mayoría social (5 millones de 35 que consta el censo electoral en España). Dejando a un lado la abstención, el Partido Popular y el Partido Socialista han quedado por delante de Unidos Podemos, guste o no. ¿No dicen que el Pueblo es soberano? Pues que acepten los resultados electorales y no los disfracen más.
(*) Publicado en La Razón

miércoles, 6 de julio de 2016

La caída del Muro de Berlín, ¿una mala noticia?

Cuando en 1961 se construyó el Muro de Berlín, la parte oriental, correspondiente a la RDA (República Democrática de Alemania), quería evitar los continuos desplazamientos que se producían hacia la parte occidental de Berlín, huyendo del socialismo y en búsqueda de la libertad. El bloque socialista tenía que imponer el «muro de la vergüenza» para seguir sometiendo a la población de la Alemania oriental.

Alemania (y Berlín), por tanto, quedó dividida en dos. Fue el ejemplo más claro del enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo, signo inequívoco de la Guerra Fría. 28 años después, en 1989, el Muro cayó, como consecuencia de la desintegración palpable que se estaba produciendo en esos años del régimen comunista soviético.

La economía de Alemania oriental, muy parecida a la soviética, aplicó un intervencionismo estatal, con el objetivo de alcanzar cotas de bienestar parecidas a las existentes en la Alemania occidental y otros países no socialistas, como Reino Unido o Estados Unidos. Pero no lo consiguieron. La RDA fue un desastre, tanto social como económico. Como ocurre en los Estados socialistas, la intervención central fue evidente y el fracaso posterior, también.

La economía de la Alemania del Este colapsó bajo el peso de su industria obsoleta, de la acumulación delirante de inventarios para “aumentar el PIB” aunque no se vendieran, y su régimen quebró, ante el peso de una deuda impagable, contraída tanto con la URSS como con otros países. ¿Cómo se atacó el problema? Con más planes de “crecimiento” estatal, más gasto y más deuda, como bien se explica en «The Plans that failed».

Cuando cayó el Muro, el PIB per cápita de la RFA era de 22.000 euros comparado con 9.400 de la RDA (cuadro 1). La diferencia era notable; mucho más desde la construcción del Muro. La diferencia entre la economía socialista y la economía capitalista era notable. Al igual que ocurría entre el PIB per cápita de EEUU y la URSS, siempre ésta muy por detrás de la economía americana (cuadro 2).

                                                   [1]











                                                        



                                                                                                                                         [2]
                     













En los primeros años después de la caída del Muro había grandes diferencias entre la parte occidental y oriental de Alemania, como demuestra la siguiente tabla, desde 1990 hasta 2004. (Fuente: Deutsches Institut für Wirtschaftsforschung (DIW), Statistisches Bundesamt Deutschland, y Bundesagentur für Arbeit).



Con datos más próximos a la actualidad (Eurostat, 2014), la diferencia entre el oeste y el este de Alemania sigue vigente. En este caso se analiza la tasa de desempleo y los ingresos por hogar. Como se puede observar, los Länder del oeste siguen siendo más prósperos y más ricos, con una tasa de desempleo más baja respecto a los Länder del este. No hay dudas, el capitalismo es prosperidad mientras el socialismo es ruina y desastre económico. Sus huellas, pese a la unificación alemana, siguen vigentes.



¿Para quiénes podría ser una mala noticia la caída del Muro de Berlín? Obviamente para aquellos que se aprovechaban de la situación para perpetuar sus políticas equivocadas y seguir sometiendo a la población bajo el yugo del socialismo, es decir, la Alemania oriental (RDA).

Según Pablo Iglesias, la caída del Muro fue una mala noticia para todos, sin excepción. Hace hincapié en el miedo de los “poderosos” a la URSS y al comunismo, actuando éstos como un contrapeso de EEUU, el capitalismo y el “poder” de las empresas privadas; una vez cae el Muro y se desintegra la URSS, los poderosos dejan de tener miedo y se puede imponer el “capitalismo feroz” que siempre escuchamos de boca de socialistas y comunistas, que destroza y acaba con el Estado social.

Lo cierto es que la caída del Muro de Berlín fue una oportunidad para los alemanes del este, de poder encaminar sus vidas según sus deseos y no los del «centro director», a través de intercambios voluntarios en el mercado y no decretos políticos imponiendo un modo de vida que no tiene por qué coincidir con el deseo del individuo, es más, muchas veces dichos decretos van en contra del propio individuo. A su vez, poder prosperar, aunque sea lentamente (los casi 30 años de Alemania socialista no se recuperan inmediatamente). El intervencionismo siempre fracasa. La caída del Muro fue una mala noticia para todos los socialistas y comunistas, que vieron reflejado su modelo dentro de la pobreza y la regresión allá donde se aplicó. Se pudo observar las diferencias entre la Alemania capitalista y la Alemania socialista y no hubo ninguna duda de que la primera era más libre y próspera, como era de esperar.

La caída del Muro, por tanto, reflejó el fracaso, como ha ocurrido en todos los regímenes socialistas/comunistas. Terminó pasando con la URSS poco más tarde. Pasó con las «democracias populares». En la actualidad ocurre lo mismo con Cuba, Venezuela y Corea del Norte. Los países más atrasados y cerrados al exterior. El socialismo es miseria, muerte y corrupción y sus aplicaciones a lo largo de los últimos 100 años así lo atestiguan.

Una vez caído el Muro de Berlín y la caída de la RDA y la URSS toca en esta era tirar abajo el muro de la socialdemocracia. Es por ello que hay que dar continuamente la batalla de las ideas y dar a conocer la libertad, tanto política como social y económica. Hay que hacer pedagogía y enseñar cómo los regímenes socialistas y comunistas han destruido los países en los que han mandado a base de coacción y violencia.

Que no os engañen. La caída del Muro de Berlín no fue una mala noticia. Quien dice eso, una de dos, o no sabe lo que había en la RDA o siente nostalgia de los años del «telón de acero». Me temo que la declaración de Pablo Iglesias va más por la segunda opción. Comunista confeso, no es de extrañar que quiera para su país lo mismo que sufrieron los alemanes del este: pobreza, desempleo, policía política; mientras sus vecinos del oeste prosperaban más rápido en manos de un sistema económico más libre. Yo lo tengo claro. La RDA, ni en pintura. La URSS, lo peor que le ha pasado a la humanidad junto al nazismo. Tomar conciencia y no querer repetirlo solo depende de cada uno. 

viernes, 1 de julio de 2016

Aragón sigue siendo nuestro Ohio

Con los resultados del 26-J en la mano, una conclusión es fácil: Aragón sigue siendo nuestro particular Ohio.

Desde las presidenciales de 1964, el candidato que se impone en el Estado de Ohio termina en la Casa Blanca. Ohio es uno de los ‘swing states’ existentes en EEUU, es decir, aquellos distritos electorales en los que la competencia política es más intensa y no existe un dominador claro, pudiendo ser el ganador de un partido u otro en cada elección.

En España ocurre algo parecido. Desde las primeras elecciones democráticas (1977), quien gana en Aragón, gana las elecciones generales. Algo que se ha ido mejorando en las últimas citas electorales, pues no solo el partido ganador es el mismo, sino el orden electoral, algo que no sucedía anteriormente.

Aragón es un fiel reflejo de lo que pasa en el conjunto de España, como indica el equipo Piedras de Papel en el prólogo de su libro Aragón es nuestro Ohio (2015). En las Cortes aragonesas se produce un reflejo de la pluralidad política española, tanto en el plano ideológico (escala izquierda-derecha) como en el plano territorial. A los partidos de carácter nacional (PP, PSOE, Podemos, C’s e IU) se suman los partidos de carácter regionalista aragonés (Partido Aragonés, de centro-derecha; y la Chunta Aragonesista (ChA), de izquierdas).

Por otro lado, las tres circunscripciones electorales de Aragón son también un reflejo de lo que ocurre en el conjunto de España, ya que combina una circunscripción mediana y dos pequeñas.

El 26-J no podía ser de otra manera y Aragón fue el termómetro electoral de España, sin sorpasso de Unidos Podemos y con una victoria clara del Partido Popular, tal y como ocurrió el 20-D en esta misma comunidad autónoma.