Hace unos días concluyeron las primarias del Partido
Laborista del Reino Unido. Tras la debacle de las últimas elecciones parlamentarias,
que ganaron los conservadores de David Cameron, contra todo pronóstico de las
encuestas, que vaticinaban un empate técnico entre el Partido Conservador y el
Partido Laborista, este partido necesitaba un nuevo líder después de la
dimisión de Ed Miliband, quien dejó el cargo tras el fracaso electoral.
Cuatro candidatos se presentaban para liderar a los
laboristas. Jeremy Corbyn se ha impuesto a los tres candidatos restantes:
Yvette Cooper, Andy Burnh y Liz Kendall; y será el nuevo líder del Partido
Laborista británico, de cara a hacer una fuerte oposición al gobierno
conservador de Cameron y la posibilidad de ganar las siguientes elecciones parlamentarias
de 2020.
El nuevo líder laborista tiene 66 años, de los cuales 41 los
ha dedicado a vivir de la política. Antes de su vida política, Corbyn empezó en
el mundo sindical. Ya en política, empezó como concejal en 1974 en el distrito
de Haringey, con solo 25 años. En 1983 logró un escaño en el Parlamento
Británico (Cámara de los Comunes), cargo que ha ocupado hasta la actualidad. Vamos, que ha vivido toda su vida de lo público y no ha trabajado en una empresa nunca. La doble moral de algunos, que
quejándose de la profesionalización de la política, aplauden la elección de
Corbyn.
Ha protagonizado varias
protestas a lo largo de su vida política. Entre ellas, ha defendido la unidad
de Irlanda, Palestina (Corbyn es de clara índole anti-Israel) o la lucha contra el apartheid
sudafricano, entre otros. En 1999 apoyó la campaña de Amnistía Internacional
para extraditar a España al dictador Augusto Pinochet. Pero nunca ha protestado
contra la Camboya roja de Pol Pot, ni contra Corea del Norte o China, por
ejemplo. ¡¡Qué raro!! Debe ser que las violaciones de DDHH le dan igual si éstas se producen bajo dictaduras comunistas. Otra vez la doble moral, característica de la izquierda.
Jeremy Corbyn en un mitin |
¿Qué propone Jeremy Corbyn?
Bautizado por la prensa británica como el 'Podemos
británico', su discurso, escorado radicalmente a la izquierda, propone
principalmente ir contra la austeridad y optar por la renacionalización de sectores
estratégicos. Son muchos los que han hecho comparación entre las
propuestas de Corbyn y las de Podemos o Syriza y han señalado la radicalidad
del nuevo líder laborista. Entre ellos, Liz Kendall, quien ha dicho que Corbyn
"convertiría el partido en una especie de Podemos o Syriza". El
diputado laborista Tristam Hunt también ha criticado la elección de Corbyn. “El
futuro del Partido Laborista no puede ser el de un partido al estilo de
Podemos, un partido populista anti-austeridad, porque en el largo plazo esto no
nos va a llevar al Gobierno", ha dicho el diputado laborista. La alarma
por la victoria de Jeremy Corbyn ha llegado hasta el ex primer ministro
británico Tony Blair, quien ha dicho que “unas elecciones se ganan desde el
centro, no desde opciones extremistas”.
Para empezar, pretende reducir el déficit público mediante
la subida de impuestos, principalmente a los ricos, esto es, a todos. Nada
relacionado con bajar el gasto. ¿Cómo va a bajar el déficit? Terminaría subiendo. Quiere solucionar una crisis de gasto (los
Estados no han dejado de crecer y aumentar el gasto en los últimos años)
mediante más gasto, como colmo de ello su propuesta de imprimir dinero a
raudales a través del Banco de Inglaterra. Aquellos países que han basado su economía en
darle a la impresora de billetes no pueden ser ejemplo: Argentina, Zimbabue,
etc. Inflación galopante o hiperinflación y pobreza para repartir entre todos por la devaluación de
salarios y subida de precios. La izquierda y su obsesión por redistribuir la
riqueza destruyéndola.
Otra de las propuestas estrella de Corbyn es la
renacionalización de sectores estratégicos, como la electricidad y los
ferrocarriles. Es decir, que el Estado se haga con la provisión y producción de
estos sectores económicos. Básicamente, cerrar el camino a la iniciativa
privada. Más Estado.
También pretende subir el salario mínimo e imponer un salario máximo.
Propuesta que ya llevaba Podemos en las europeas del año pasado y Syriza en las
elecciones legislativas de enero de 2015. Seguir centralizando la economía. Más
intervención, menos libertad.
Jeremy Corbyn propone más Educación y Sanidad públicas.
Quiere crear un Sistema Nacional de Educación y en sistema sanitario pretende
“rescatar” hospitales privados. ¿Cómo pagarlo? Dice que subiendo impuestos, una
vez más, a los ricos, es decir, que los británicos se agarren el bolsillo si
Corbyn alcanzare el Gobierno.
En cuanto a Defensa, propone estudiar la posibilidad de
abandonar la OTAN. También ha hablado sobre su negación a combatir por tierra y
bombardear al Estado Islámico en Siria e Irak.
En definitiva, el nuevo líder laborista quiere estatalizar
más la economía británica y eliminar todo lo que se pueda la iniciativa privada. Un giro de la
izquierda hacia más izquierda. Una izquierda que sigue sin
entender que la gente necesita libertad, tanto económica como social, no más
planificación central ni fatales arrogancias, que diría Hayek. No me extraña que algunos periódicos o el propio Primer
Ministro, Cameron, hagan tales comentarios sobre Jeremy Corbyn. El Daily
Telegraph pidió el voto para Corbyn con la esperanza de que suponga “la
destrucción definitiva del Partido Laborista”. David Cameron ha dicho que “el
Partido Laborista es ahora una amenaza para la seguridad nacional, para la
seguridad económica y para la seguridad de las familias británicas”. Ahí es nada.
Toca mirar hacia adelante y ver cómo se va desarrollando la
política británica -y en el resto de Europa-, pero una cosa queda clara: existe
una amplia y progresiva radicalización en Europa. Como buena prueba de ello,
Corbyn, Pablo Iglesias, Tsipras, o Le Pen, entre otros. Tsipras ya ha
fracasado, que pasen los siguientes. Aunque mejor si no tenemos que
comprobarlo.